El olfato es, sin lugar a duda, el sentido más desarrollado en el perro. De cerca viene el oído, sentido para el cual presenta una ventaja considerable sobre la audición que tenemos los seres humanos. Este increíble animal también posee una gran sensibilidad táctil y una visión diferente a la nuestra, menos precisa cuando se trata de ver de cerca, pero de mayor desempeño con poca luz. Revisemos los cinco sentidos del perro para entender mejor su comportamiento y la relación que tenemos con él en base a ello.
El olfato
No se sabe cuales son los límites del olfato canino, pero se sabe que para ciertos olores los perros son capaces de oler al detalle hasta las moléculas. El perro percibe olores y miles de matices que escapan a la nariz humana, posee un aparato olfativo extremadamente desarrollado.
El olfato canino interviene mediante un receptor sensorial extenso que comprende más de 200 millones de células olfatorias que recubren los orificios nasales, mientras que el hombre no posee más de 5 millones de células olfatorias.
El perro no necesita olfatear para sentir, percibe de forma inmediata los olores con una gran intensidad. Cuando se pone a olfatear de verdad, el aire que penetra en sus cavidades nasales al mismo tiempo que los olores refuerza la potencia olfativa y le permite detallar el olor. Es lo que hace por ejemplo el labrador que busca estupefacientes.
Cuando el perro huele el aire, el hocico levantado, es que está buscando identificar un olor en particular que percibió entre otros.
La potencia y la precisión del olfato canino varía de una raza a otra: los perros de caza y de rastro lo tienen mucho más desarrollado que otras razas de hocico achatado como el bóxer.
La audición
La percepción auditiva del perro, que comprende ondas sonoras que llegan hasta 50.000 Hz, es decir en la gama de los ultrasonidos, es muchísimo más desarrollada que la del hombre, que llega a 20.000 Hz. Para dar comandos a un perro a distancia sin hacer ruido se utiliza silbatos que emiten ultrasonidos.
Esta percepción se explica en parte por el tamaño del pabellón de la oreja y por el tamaño del tímpano.
El perro posee además una audición muy selectiva que le permite localizar y diferenciar los sonidos mucho mejor que lo hacemos nosotros.
La visión
El perro tiene una visión diferente de la nuestra. Le cuesta enfocar un objeto inmóvil a una corta distancia, pero en cambio percibe el mínimo movimiento. La retina del perro es menos rica en células en cono que la del hombre, el animal no ve tan bien los colores, eso no quiere decir que esté viviendo en un mundo en blanco y negro como se pretendía años atrás.
En cambio, gracias a otro tipo de células, el perro tiene una buena visión crepuscular. La posición de sus ojos le da un campo visual superior al nuestro, pero disminuye su percepción del relieve. Los perros que cazan usando la vista, como los galgos, tienen una vista excepcional y, se dice, es superior a la nuestra.
El tacto
El sentido táctil del perro se manifiesta sobre todo en las parte baja de las patas, en los cojinetes o almohadillas. Se piensa que las ondas percibidas a nivel de las almohadillas podrían prevenir la inminencia de una temblor. La sensibilidad de las células cutáneas y de los pelitos es mucho menos aguda que la del gato, lo que no impide que el perro disfrute de nuestras caricias.
Este animal puede aullar cuando se pisa su cola y acepta sin pestañear curas que pueden ser dolorosas. Es incluso difícil saber hasta qué punto le está doliendo algo a nuestro perro, si está sufriendo o no tanto. Se puede sin embargo pensar que los gemidos son el signo inequívoco de que existe un dolor continuo.
El gusto
En el perro el gusto tiene su ubicación en la cavidad bucal, al nivel de las papilas gustativas, esencialmente repartidas en la lengua. El animal percibe cuatro sabores fundamentales: el amargo, el dulce, el ácido y el salado.
El reflejo salival, esencial para la percepción gustativa, es muy marcada en el perro, sin embargo se ignora hasta qué punto su sentido del gusto está desarrollado.
A diferencia del gato, el perro traga con glotonería cuando come. Esto no impide que muestre una preferencia marcada por ciertos alimentos, aunque el olfato podría tener aquí un papel de primer plano con relación al gusto.